Cielo blanco
No veo el cielo, madre, sólo un pañuelo blanco.
No sé si aquella noche yo te estaba pensando
o si un perfil de sombra me acunaba en sus brazos.
Pero entré en otra historia con el cielo cambiado.
No me duele la carne que se fue desgarando,
me duele haber perdido las alas de mi canto,
las posibilidades de estar en el milagro
y recoger las flores que caen de tu llanto.
No quiero que me llores, mírame en tu costado.
Mi sangre está en la sangre de un pueblo castigado.
Mi voz está en las voces de los iluminados
que caminan contigo por la ronda de mayo.
No quiero que me llores ahora que te hablo.
Mi corazón te crece cuando extiendes las manos
y acaricias las cosas que siempre hemos amado:
la libertad y el alma de todos los hermanos.
No sé si aquella noche yo amanecí llorando
o si alguna paloma se me murió de espanto.
Sólo sé que la vida, que me esperaba tanto,
es el cielo que crece por tu pañuelo blanco.
Autor(es): Hamlet Lima Quintana, Eduardo Aragón