El cieguito
Ah ciego... Qué era advertido
aquel ciego de Santiago!
Veinte hijos llegó a tener
con las mujeres del pago.
El curita le decía
que no hiciera tanto estrago,
y contestaba el cieguito:
Padre, no veu lo que hago.
Los rancheríos de Cholla,
le servían de caidero.
Y empollaba como el tordo,
y en el nido del hornero.
No hay tonto lerdo pa'l fuego,
si se queman las batatas.
Mientras se chupa los dedos,
las apaga con las patas.
Dónde lo agarraba el sueño,
paradito se dormía.
De cuando fue vigilante,
esta costumbre tenía.
En la zafra tucumana,
andaba de guitarrero.
Liebre de amar y empeñoso,
como burro cieneguero.
Dicen que era muy devoto,
de Santo Tomas de Aquino.
Y allí que no hubiera día,
que no le pircara al vino.
No hay tonto lerdo pa'l fuego,
si se queman las batatas.
Mientras se chupa los dedos,
las apaga con las patas.
Autor(es): Jaime Dávalos