Viva el domingo, Osvaldo!


Polenta en la expresión
de las palabras;
muy grande el corazón,
tenía en la amistad
cien rutas de emoción,
un sur para soñar
y un ser sentimental;
rugidos de motor,
pasión y humanidad,
su voz, vital.

¡Que vivan los domingos,
hermano, gordo Ochoa!
Tras tu andar tranquilo,
amasando las horas,
acariciando sones,
paisajes o pinturas,
color, ensoñaciones
y alguna travesura.

Quien dijo que no está
bocina al bardo;
junto a nosotros va
remarcando el rumbo.
Eterno es el dial
en la ciudad, señero;
azul y blanco el cielo
y cierta la bondad
del criollo chamuyar,
su tanguidad.


Autor(es): Eduardo Giorlandini, Juan Espeleta