Guarango
Ayer en la esquina, unido a tu barra,
ninguna pebeta dejabas pasar
sin que tu vergüenza se fuera de farra
tras algún piropo grosero y brutal.
Y cuando esa rubia te dijo sin miedo
lo que de tu hombría, con asco pensó,
haciéndote el guapo, tu brazo malevo
sobre su mejilla con fuerza cayó...
¡Guarango!...
que porque estás en patota
demostrás, gran cararrota,
las entrañas que tenés.
¡Cobarde!...
te olvidás, cuando sos “rana”
que también tenés hermana
a quien tanto defendés.
Guarango:
cuando mueras, al momento,
te alzarán un monumento
por lo mucho que valés.
Vos sos tan cobarde, tan ruin y rastrero
que sólo a las mujeres le podés pegar,
porque cuando un hombre te invita a pelearlo
no ves ni la calle por donde rajar...
Guarango de barrio, malevo de grupo,
que sólo en patota sabés corajear:
no olvides que todo lo que hacés con otros
a tu propia hermana le puede pasar.
Autor(es): Luis Rubistein, Miguel Caló