Canción de la sangre
Cuando él pregunta por qué
le gustan tanto los puertos
con los barquitos cubiertos
por esa bruma de adiós,
con sus gaviotas sombrías
color de cien lejanías…
Y veo tan sorprendido
de pronto cómo ha crecido,
me pongo a pensar,
por bien o por mal,
que somos tan parecidos…
Sin darme cuenta tal vez
fue deshojando impaciente
el embeleso inocente
de la primera niñez.
Entre diabluras y empachos
se me fue haciendo muchacho…
Pichón que remonta vuelo
a costa de mi desvelo…
De a poco se va
detrás de su azar
y yo sé que aquí me quedo…
Acaso un día sabrá
que un padre piensa dolido
en ese tiempo perdido
al que no puede volver.
Que el mundo paga en rigores
las culpas y los errores.
Que soy su eterno cobijo,
y no hay mayor regocijo,
ni hay otra verdad
más pura y total
que darle un abrazo a un hijo.
Muy pronto se irá,
la vida es así,
y sé que me quedo aquí…
Autor(es): Alejandro Szwarcman, Néstor Basurto