Viejecita mía
Congojas y hondos pesares
y tristezas en mi hogar canté
el amanecer doliente
que el recuerdo de mi madre hallé.
¡Madrecita idolatrada!
¡Mi viejecita adorada!
Tres años estuve preso
y, al salir, ni el beso
postrero te di.
Y desde entonces he vivido
horas de angustia,
quejumbroso y solo
acariciando los afectos que soñé
y que mi pecho guardará.
Hoy que del mundo te alejaste,
¡madre de mi alma!,
yo te busco en vano
y es cuando más tu fiel cariño
lo imploro con ansias
pero ya no está.
Madre mía perdoname
los disgustos que en vida te di,
demasiado te he llorado
y te lloro lo que te perdí.
Fue tan mezquina mi suerte
que ni muerta llegué a verte.
Cuántas penas que he sufrido,
tal vez porque he sido
muy malo con vos.
Congojas y hondos pesares
y tristezas en mi hogar canté
el anochecer doliente
que el recuerdo de mi madre hallé.
¡Madrecita idolatrada!
¡Mi viejecita adorada!
Tres años estuve preso
y, al salir, ni el beso
postrero te di.
Autor(es): Enrique Dizeo, Carlos Marcucci