No hay amigo como el peso
El peso es rey de la tierra,
afirma las ambiciones,
y es una de las razones
poderosas de la guerra.
Al peso el hombre se aferra
y suele cambiar al necio,
no hay quien no le tenga aprecio,
y este dicho no comprenda:
No hay hombre que no se venda;
todo es darle con el precio.
Fulano será muy güeno,
pero si no tiene plata
ya no es persona tan grata
aunque al mal le ponga freno.
Inteligente y sereno
puede hasta servir de guía,
y un día tras otro día
nos dará pa’ que nos sobre,
pero al quedar sin un cobre
ya no valdrá su hidalguía.
Y aquel otro que estirao
va demostrando su orguyo,
por el capital que es suyo
aunque no lo haiga ganao,
ése ha de ser respetao
y vivirá sin tropiezo,
por eso no más, por eso
va por su senda florida,
pa’ él no hay amigo en la vida
tan servicial como el peso.
Puede un hombre enamorao
conquistar un corazón,
siempre que doña ambición
en él no se haiga ganao.
Pero el rico encaprichao
que a eso no le da valor,
por plata es dueño y señor
del chiquilín, de la flecha,
y la ocasión aprovecha
aunque no compre al amor.
Sólo por sacar ventaja
el hombre se desespera,
y así muere en su carrera,
y así en la vida trabaja;
por el peso se rebaja,
por él hace su progreso,
y en el último tropiezo,
cuando se dentra en la nada,
paga al fin de la jornada
su mejor amigo: el peso.
Autor(es): Evaristo Barrios