Sin enroque
Pudiendo ser oblicuo y pendenciero
en su insólito mundo ajedrezado,
nunca participó del entrevero,
ni siquiera comiendo de costado.
Prefirió la quietud de un casillero
donde irónico juego le fue dado.
Él, que buscó ser libre en el tablero,
se vio en un laberinto confinado.
Fue entonces que atacó y quedó pagando.
No vio a esas piezas blancas aguardando
y enfurecido se largó al combate.
Lo dejaron venir... Lo acorralaron...
De movida nomás, lo enchalecaron...
y en el Borda le dieron jaque mate.
Autor(es): Luis Alposta, Daniel Melingo