Milonga burrera
Por mi fiebre por los chuchos y mi alma de jugador
andaba de mal en peor, yo que me daba de ducho.
Casi voy a juntar puchos, ustedes no van a creer,
pero supe resolver mi situación harto flaca
con la compra de un “yobaca” me hice trompa y entrenière.
(Recitado)
Y siguiendo el consejo del amigo Remersaro
me compré un caballito de carrera...
¿Y dígame, socio, resultó bueno el caballo?
Era un burro sangre pura, flaco como un cacho de hilo,
pesaba dieciocho kilos con el freno y la montura.
Sacarme ‘e la mishiadura fue mi propósito cierto
y lo llevé a Don Mamerto, un veterinario púa,
que salvó al Lungo Garúa cuando lo daban por muerto.
(Recitado)
¡Y para mí que tenía la precisa, el hombre, amigo!
Me devolvió un mancarrón fiaca, panzón y mañero
parecía un cadenero del tiempo 'e la inundación.
Lo llevé pa’l corralón del Petiso Carvajal,
como buen profesional, sin demorar un momento,
empecé el entrenamiento con vistas p’al Nacional.
(Recitado)
¡Y salvado el hombre, con todos los guitarristas!
Con él hice maravillas, el matungo progresaba,
en pocos meses marcaba seis dos un quinto la milla.
Lo relojeó un tal Patilla, que lo seguía de a pie,
eso renovó mi fe en mi fantástico pingo
y un histórico domingo no sé si ya te conté.
(Recitado)
¡La última vez le tuvieron que tomar
el tiempo con un almanaque! ¡Caramba!
Cuando mi pingo pisó las arenas de Palermo
Artigas se sintió enfermo y Legui se las tomó.
Mi “yobaca” se alineó entre un lote de campeones
los vasos como pisones, la panza casi rasante,
parecía un elefante en un mitín de ratones.
(Recitado)
¡Flor de caballo, amigo!
¡Solamente le faltaba el trole!
La indiada gritó: «¡Largaron!» y ahí fue el merengue, ¡Dios mío!
Un pingo rajó pa’l río, los otros se desbocaron.
Datos y fijas fallaron, nunca se vio nada igual,
y mi robusto bagual, al tranquito y sin alarde,
llegó tres días más tarde, pero ganó El Nacional.
Autor(es): Ernesto Cardenal, Jaime Vila