Pobre milonga


¡Milonguera! Lo quiso tu suerte
y siempre pa' todos milonga serás...
Hasta que te sorprenda la muerte,
ni amor, ni consuelo, ni nada tendrás...

Milonga,
nadie cree que sos buena;
tu martirio se prolonga
y se ríen de tu pena.
Milonga,
tenés que seguir cantando
aunque tu dolor se oponga,
pues si ven que estás llorando,
Milonga,
todos dicen que es chiqué...

¡Pobre Milonga!
Es inútil que pretendas escaparte...
¡Pobre muchacha!
No hallarás quien se interese por salvarte.
¡Siempre Milonga
has de morir!
Condenada a ser capricho,
a no ser jamás mujer...
Pisoteada por el mundo
¡qué mal fin vas a tener!

¡Milonguera! Tu amor entregaste
a un hombre que nunca lo supo apreciar;
para él fuiste la eterna milonga
que sabe tan sólo beber y bailar.

Llorando
le pedías que creyera
en tu pena tan sincera
y él decía desconfiado:
Milonga,
¿qué ganás con engrupirme
que tu amor es puro y firme?
¡Salí de ahí, que estas borracha!
Muchacha,
no bebás tanto champán...

¡Pobre Milonga!
Tu tristeza y tu dolor nadie comprende...
¡Pobre Milonga!
Para todos sos un cuerpo que se vende,
frágil muñeca sin corazón...
Sin embargo, por las noches,
en las casas de pensión,
interrumpen el silencio
tus sollozos de dolor...


Autor(es): Manuel Romero, Manuel Jovés