Opinando

Folklore argentino

Triste es hacerse aclamar,
pero agachando la frente,
Digo: si el hombre es consciente,
no lo debe tolerar.

Nada le habrá de pagar,
esa cobarde traición
de arrodillar la canción,
para que le abran la puerta,
es tener el alma muerta
y reyuno el corazón.

El hombre pa' ser varón,
debe tener bien presente
que el consentir inconsciente,
tal vez tenga su perdón.

Pero quien como un ladrón,
se presente comedido,
donde a otros le han impedido
dejar libre su canción.
Tiene alma de charabón,
con el huevo fuera' el nido.

Ser audaz no es valentía,
atreverse no es coraje.
Se atreve audaz el hembraje,
hasta con la policía.

Más la clara varonia,
Que nadie podrá comprar,
es el saberse plantar,
de frente a la prepotencia.
Tener libre la conciencia
es ser más libre que el mar.

Quien me puede comparar,
la alegria que yo ostento
de ser más libre que el viento,
siempre dispuesto a gritar
Nadie me puede parar,
el pueblo es mi derrotero.

Y sé volar compañero,
por encima de las leyes.
Ley que acoyunta los bueyes,
no se han hecho pa mi overo.
El gaucho no es el facón,
botas, poncho, barba larga.

Gaucho es quien alza la parva,
sin mendigarle al patrón.
Gaucho es conciencia, razón,
Decencia, amor, varonía.
Gaucho es la soberanía,
de respetar a la gente.

Gaucho es ser hombre valiente
pero no de latanería.
Más cuando la cobardía,
lo lleva al hombre al rincón.

Donde se encuentra el montón,
de tantas cosas perdidas;
cuando en su sucia guarida,
se oculta de la verdad,
cuando hace de la amistad,
un negocio permanente;
ese no es gaucho ni gente
y dudo si es animal.

Pena del gaucho bandido,
cuando agacha dócilmente
su guitarra que es doliente,
llora porque le han vendido.

Me da pena el que vestido,
como importante doctor,
le cubre el rostro el rubor
cuando lo miro a la cara,
Por qué esas ropas tan caras
son el precio de su honor.

De lejos siento el olor,
del hombre que me ha mentido.
El que me niega vendido,
por una paga mejor.
Firmo mi canto señor,
con mi nombre y apellido.

Tiembla el coraje aterido,
del miedo de pasar hambre.

Y en su boca hecho calambre,
mi nombre queda dormido.
Me niega en sí, más mi grito,
nunca comió de esa mano.

Mi caballo ya es baqueano
para galopear solito.
Ahora voy al trotecito,
por donde antes galopé
y algún día llegaré,
a la meta no lo dude.

Que donde algún día estuve,
algún día volveré.
Ahora me dejan por nada,
del corral que los presente,
A esa gente le diré:
que el que debe siempre paga.

Estoy tirando la taba,
y aunque suerte no echaré
se la clavaré a los pies
tan solo pa' demostrarle,
que muestran con ser cobardes.
lo que en la taba le heche.

Autor(es): Horacio Guarany
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