Al fin de cuentas
Tangos
No haga caso, compañero, de esas lenguas venenosas
que reprochan y condenan mi secreto proceder.
No comprenden que en el fondo de la vida hay muchas cosas
muy sencillas, sin embargo, muy difícil de entender.
Y por eso no me extraña que murmuren que yo he sido
un canalla desalmado, borrachón y criminal,
ni me importa que se diga que yo nunca la he querido
y que fue por culpa mía que se encuentre como está.
A un ciego amor puse en ella mi confianza
y un cielo de ternura cifraba en su bondad,
sin presentir que la flor de mi esperanza
la fue tronchando el soplo de la fatalidad.
¡Débil mujer!, me engañó cuando tenía
pendiente de sus besos la fe de mi ilusión,
y el barrio cruel me reprocha y todavía
no sabe que por ella me arrastro en la prisión.
Pues si alguna vez la duda vino a herir mi sentimiento
porque “un algo” me decía que jugaba con mi amor,
de pensar que la ofendía con tan negro pensamiento
me envolví entre las sombras del más trágico dolor.
Y pensar, que al fin de cuentas, la iba a hallar bajo aquel techo
y en los brazos de aquel maula que en mi rancho cobijé,
era ley que lo matara, y así lo hice, pecho a pecho
y a ella, en cambio, compañero, a vivir la condené.
Autor(es): Juan Fulginiti, Enrique Campos
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