Rubén
Tangos
Traías en tu voz y en tu chamuyo,
la voz del tiempo de antes
y la del tiempo tuyo.
Jugado y entregándote cantabas
los tangos que nacían
y los que regresaban.
Y porque te inundaba otro torrente,
latía y respiraba entre tus manos abriéndose y cerrándose doliente,
un bandoneón que acaso era tu hermano.
¡Rubén!, de los zorzales en la frente
y el cielo cordobés sobre tu cuna.
Tu infancia y Buenos Aires tangamente
abriéndote su Sur de niebla y luna.
¡Rubén! Ya sin tu voz nos preguntamos:
¿Al fin sembraste el fuego de tus cantos?
Decinos dónde está que no arrugamos.
¡Aunque sentimos que nos falta tanto!
Cantaste para un tiempo que te abría
la oreja de la calle,
la noche que volvía.
Lo hiciste con tus tangos que brotaban
de tu garganta nueva
y al corazón llegaban.
Y fue que ardiste entero con la hoguera
de la ciudad que allí se reencontraba.
Y respirando al ritmo de tu fueye,
cinchaba con los dos cuando cantabas.
Autor(es): Héctor Negro, Raúl Garello
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