La dulce señora
Tangos
Cuando, diestro, el silencio
me piale el potro
Y tirado en la tarde
me deje solo,
y la Dulce Señora
muestre su rostro,
cuando a mí me señale
y diga “es todo”…
y con mano de niebla
me borre el poncho,
despintando mi sombra
ángeles locos.
Que “bien haiga” la luna
con sus reproches,
sin tener quien la escuche
desde la noche
y se quede mi insomnio
solo y sin dueño,
acunando asombrado
por fin mi sueño.
Pasará “inalvertida”
mi vieja pena
y tal vez mis angustias
ya no lo sean.
Cuando quieta ternura
no encuentre el modo
de nombrar con tu nombre
Mi nombre roto,
de soñar con mis ojos,
verdes tus ojos;
cuando el cielo en la tarde
se ponga rojo
al llevarse mi sangre
a lo remoto…
y la Dulce Señora
cumpla su antojo.
Autor(es): Miguel Jubany, Santos Maggi
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